martes, septiembre 09, 2014

IMPENSADOS SERVICIOS PRESTARON LAS CARRETAS DE MANO EN PENCO


Esta no es precisamente una carreta de
mano, pero aquellas tenían un aspecto similar.
       Dudo que en esos años haya habido un vehículo más eficiente seguro y versátil para el traslado de bultos que la carreta de mano. Esta herramienta de transporte constaba de una pequeña plataforma, un par de barandas, un eje de acero, dos ruedas de fierro y una pértiga por donde una persona tomaba el vehículo, lo empujaba o arrastraba según su conveniencia. Estas carretas de mano circulaban por todas las calles de Penco manipuladas u operadas por adultos o por niños.
          En gran número era posible verlas reunidas en las puertas de las pulperías ya en la de Fanaloza o de la Refinería. Porque resultaban indispensables para trasladar los quintales de harina, los cajones de azúcar, los tarros de manteca y las bolsas conteniendo las conservas, las legumbres y tantos otros artículos de consumo que se entregaban en las pulperías. La carreta de mano equivaldría hoy a un vehículo utilitario.
          Otro sitio que congregaba carreteras de mano era la estación de ferrocarriles. Los viajeros que llegaban a Peco con bultos pesados disponían de un servicio informal de estas carretas en el lugar. Un operador –siempre un niño—estaba dispuesto a transportar a cambio de una propina. Para ese servicio no había precio establecido ni bajada de bandera. ¿Y en qué consistían esos bultos? Longanizas en canastos tapados con papel de diario, sacos agujereados conteniendo aves de corral vivas. Las gallinas sacaban sus cabezas por esos agujeros. Bolsas con frutas, canastos con uvas. Maletas. Los fletes eran cortos cinco o seis cuadras a lo más. Penco no era tan grande.
          Otro destino que tenían las carretas: el transporte de leña. De día y de noche la gente bajaba de los cerros con cargas de leña ya fuera para calentar los hogares o para cocinar. Para este propósito bastaba un hacha chica y un cordel. La gente se podía regodear para elegir la mejor leña, la más seca, para traer y almacenar.  Cuando la carga era muy pesada o había que enfrentar subidas con demasiada pendiente a la pértiga se le ponía un palo atravesado en el extremo para que dos muchachos aumentaran la fuerza y pudieran arrastrar la carga. Mujeres también realizaban esta operación. Los cambios de domicilio también se valían de las carretas de mano. Como la gente tenía pocos enseres bastaban dos o tres viajes para que la mudanza estuviera terminada.
         En una sola oportunidad fui testigo del uso de una de estas carretas para otro propósito que no fuera la carga de objetos. Vi a una pareja de carabineros que enfrentados a un mocetón molestoso y borracho lo redujeron. Pidieron una carreta de mano prestada a un vecino para llevarse al borrachín rumbo al cuartel. Uno de los funcionarios iba empujando la carreta por la pértiga, el otro sujetaba al detenido. Este espectáculo único en Penco me hizo pensar que las carretas de mano en el pueblo de entonces también funcionaron como carros policiales.

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