domingo, junio 05, 2016

LA PARTICULAR ROSA DE LOS VIENTOS QUE TIENE PENCO

Es difícil vadear la desembocadura del estero Penco sin arriesgar mojar los zapatos hasta el tobillo.


         Los informes meteorológicos llegaban sólo a las casas que disponían de una radio y si la había, pero faltaba electricidad, era lo mismo que no tener. Los datos del tiempo atmosférico eran comunicados por ese medio en forma distinta a la usanza de hoy. Chile se dividía en cuatro regiones. El locutor de la emisora decía el pronóstico: «Norte grande, nublado en la costa, despejado en el interior; norte chico, nubes bajas en los valles, lloviznas en la costa; zona central, nubosidad en altura, temperaturas bajas; zona sur, lluvias intensas en los canales con granizos entre la península de tres montes y el faro Evangelistas»… Y eso era todo. Los informes eran muy parcos. No constituían un servicio para los auditores. Por eso, frente a la carencia de un vaticinio más o menos útil, se imponía el conocimiento práctico, eso que los antropólogos llaman experiencia precientífica.
         En Penco y en Lirquén, los más expertos en predecir el tiempo eran los pescadores y la gente de los campos. Un día de invierno calmo, por ejemplo, era presagio de un temporal. Y era típico, se levantaba un viento de travesía. Se llamaba así a una brisa caprichosa que venía desde el mar, como proveniente de la península de Tumbes. Por lo general esta corriente de aire venía cargada de olor marino. Si persistía, ese viento derivaba a norte clásico y con él, las nubes, la lluvia y el temporal. Se cumplía al dedillo el dicho «norte claro, sur oscuro, aguacero seguro». Eso ocurría en cosa de horas.
dicen que las aves marinas con sus conductas también vaticinan el tiempo atmosférico.
         La gente del campo también lo sabía, pero ellos agregaban otro término a esto del tiempo climático. A una brisa fuerte de procedencia distinta la llamaban puelche. Éste era un viento que bajaba de las cordilleras y de las alturas del valle central, todo lo contrario de la travesía. En Penco, el puelche provenía del cerro Copucho, era sinónimo de buen tiempo, su característica principal: seco y frío. Si soplaba este viento, habría tranquilidad meteorológica por lo menos por tres días.
         Los niños entendían muy bien esto de los vientos. Era un conocimiento práctico para el propósito de encumbrar volantines. Si soplaba travesía los volantines se orientaban hacia Villarrica, hacia Coihueco, hacia Penco Chico. Si era viento norte, hacia Membrillar, hacia la Refinería. Si era puelche, los volatines, las ñeclas, las peras y los pavos, volaban hacia el mar, hacia la cancha de Gente’Mar. La única condición incontrolable para un encumbrador era el llamado «viento remolineado». Los volantines se iban donde les daba la gana en el cielo, podían incluso venirse a pique a gran velocidad incluso contra el mismo encumbrador.
        Pero, el viento más apreciado era el suroeste. Ése soplaba desde la isla Rocuant y su sola presencia vaticinaba buen tiempo, aunque dependiendo de su fuerza en Playa Negra, por ejemplo, no se podía ni caminar por la arenisca levantada por las rachas azotando contra los pies descalzos. 

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