lunes, marzo 19, 2018

CUANDO EN PENCO NO HABÍA LICEO, PROFESORES DIERON INÉDITO EJEMPLO DE CREAR UNO PRIVADO Y SIN RECIBIR REMUNERACIÓN


               Pareciera no haber antecedentes en la historia de la educación chilena, en que un grupo de cuatro profesores de escuela de Penco (la N° 31) se propusieran el sueño de formar un liceo privado sin el propósito de hacer negocio ni lucrar. Lo que los motivaba era el amor de su profesión, hacer un aporte importante a la comunidad y animar, con su ejemplo, a que el estado también tomara cartas en el asunto. Los cuatro maestros que dieron este paso histórico en 1956 fueron Jorge
El director Jorge Bustos, además
profesor de Historia.
Bustos Lagos, Servio Leyton García, Rosauro Montero Henríquez y Eduardo Espinoza. Contaron con el entusiasta apoyo del alcalde de la época don René Mendoza Fierro, quien estaba consciente de esta grave carencia de la comuna. Hacía falta en forma urgente un establecimiento de  enseñanza secundaria (enseñanza media) hecho que obligaba cada vez a más adolescentes seguir estudios en Concepción. Sin embargo, a pesar de su entusiasmo el alcalde admitía que todo el gasto que se necesitaría para comenzar, formar el equipo docente y encaminar este proyecto la harían los mencionados profesores organizadores; ya que para esa empresa el municipio no tenía recursos. El Liceo debutó con su primera promoción de alumnos en marzo de 1956.
EL LICEO EN “EL VEA”
               Un valioso testimonio periodístico de esta inédita experiencia la publicó la revista VEA de circulación nacional en 1958, dando cuenta de la existencia del Liceo Vespertino de Penco (LVP), donde
Servio Leyton, profesor de 
Matemáticas.
el plantel de 24 profesores no percibía un solo peso por hacer clases. Hoy en día sería de locos pretender una idea como el LVP, cuando toda actividad humana productiva está mediada por el dinero. Nadie mueve un dedo si no hay plata. ¿Cómo fue posible, entonces, conseguir echar a andar un liceo con decenas de alumnos y profesores sin apoyo monetario? Fue un desafío duro, pero, a su vez una demostración que valores superiores como la solidaridad, el cariño, el hacerse cargo, la sensibilidad social o la amistad también motivan a proponerse grandes y valiosos emprendimientos. Aquellos maestros sentían un compromiso con sus alumnos de la primaria (la básica), ¿cómo dejarlos botados al salir del sexto o último año si en Penco no había un liceo para que continuaran su formación? VEA calificó la iniciativa "como ejemplo de patriotismo". No todo lo movía el dinero, es cierto
Rosauro Montero, profesor de 
Ciencias Naturales.
, pero la comunidad entendía que los maestros tenían el absoluto derecho a ser remunerados por eso sentían hacia ellos un gran respeto y admiración. El LVP fue, quizá, la mejor respuesta en contrario a quienes sostienen que la educación es un bien de consumo, entendiendo por «bien» una mercancía. Porque ese liceo funcionó en salas prestadas, sin que los apoderados pagaran matrículas ni mensualidades por tener a sus hijos en el LVP (y más de uno en algunos casos), con validación de exámenes en el Liceo Enrique Molina de Concepción, y sin embargo, todo marchaba. La mejor recompensa para aquellos maestros era la alta aprobación que obtenían sus alumnos, resultado también de la política de excelencia académica exigida por su director señor Bustos. Quizá, a modo de anécdota, cada fin de semestre se organizaba un ágape para el equipo docente el que corría por responsabilidad de pescadores de Cerro Verde y Gente de Mar, que tenían hijos en el liceo. Era la única recompensa “material” para los involucrados.
EL LICEO POR DENTRO
               El liceo funcionó primero en un par de salas de madera de la escuela N° 31, de calle Freire junto al mercado municipal. Las
Edo. Espinoza, profesor de Castellano.
actividades comenzaban después que se iban los alumnos básicos diurnos. Con el fin de brindar un mejor servicio tanto a los profesores como al alumnado, las autoridades del LVP consiguieron que la CRAV facilitara su escuela, la N° 69 del recinto, que tenía un muy buen inmueble junto a la casa del Administrador de la Refinería. El edificio escolar de entonces fue reemplazado por la actual escuela República de Italia. Las clases del liceo se iniciaban a las 6 de la tarde y se extendían hasta las 10 y media de la noche. Por tanto, la mayor parte del año, las labores eran en horario nocturno.
               Junto con las tareas propias de la docencia y los programas de enseñanza, los profesores motivaban a los alumnos a realizar
Luz Irene Contreras, prof. de Inglés.
entretenidas actividades extra programáticas como publicar una revista (El Anhelo), presentar obras de teatro, participar en concursos literarios, realizar visitas programadas, competir en campeonatos deportivos, etc. Como el liceo era mixto, los estudiantes tenían una experiencia nueva, puesto que la enseñanza básica era con formación separada. Entonces venían los enamoramientos y los pololeos, típicos de los jóvenes. A pesar de las limitaciones económicas el liceo pedía un uniforme de chaqueta color concho de vino y una insignia. A veces, sólo valía este último elemento como forma de pertenencia.
               La enseñanza era completa con el concurso de profesores muy jóvenes, incluso alumnos de la escuela de Pedagía de la Universidad de Concepción. Algunos no vivían en Penco, por lo que tenían que pagar de sus bolsillos los pasajes para venir después
Gustavo González, profesor de Historia.
de sus clases en la U, a impartir enseñanza al LVP y regresar a Conce casi a la medianoche. Todo era muy sacrificado. Y qué decir de los inviernos, cuando el sacrificio era aún mayor.
LOS EXAMINADORES DESCONOCIDOS
               Para fin de año, los profesores acompañaban a sus alumnos a dar examen al liceo de Concepción. Para eso dedicaban la jornada completa en ese establecimiento a fin de apoyar a sus estudiantes. Los examinadores del liceo penquista, desconocidos para el alumnado de Penco, aprobaban o reprobaban las pruebas escritas y las interrogaciones orales. Nada de eso era fácil. Igualmente en 1958 las aprobaciones fueron de un 100 % en primer año; un 80% en segundo; y un 70% en tercero.
Afredo Barría, prof. de Castellano.
               Agregamos en esta crónica parte de la nómina de profesores que incluyó la revista VEA. Matemáticas: Servio Leyton, Pedro Montero, Mario Villafañe y Jorge Moraga. Inglés: Marta Chávez, Leticia Mella, Katia Salazar y Arnoldo Careaga, después se incorporó Luz Irene Contreras. Ciencias Naturales: Rosauro Montero, Eugenia Ulloa, Juan Arroyo y Lusgarda Cartes. Castellano: Ricardo Henríquez, Alfredo Barría y Eduardo Espinoza. Historia: Jorge Bustos, Gastón González, Iván Villafañe Carlos Valdebenito y Gustavo González. Francés: Sandra Salazar, Margarita Chávez y Olaya Oviedo.
              En el contexto de la celebración en 2017 de los 50 años del liceo Pencopolitano, valga reconocer en los profesores
Pedro Montero, entonces estudiante de Economía en
la U de C, era profesor de Matemáticas en LVP.
organizadores y en plantel docente del desaparecido Liceo Vespertino de Penco su entrega desinteresada y amorosa. Los alumnos de entonces ─aquellos que no quedamos botados a la salida del sexto gracias a esos maestros─ guardamos sólo agradecimientos en nuestros corazones.
               Incluimos el recorte de prensa de EL VEA facilitado a nuestra redacción por el profesor Servio Leyton, quien lo ha guardado por 60 años. La nota de entonces la preparó y despachó a Santiago el corresponsal y vecino pencón don Luis Barra Concha.

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